Lo trascendente en este punto de la vida, cómo lo veo yo, es dejarse de supercherías: Nada de afiliaciones políticas ni creencias religiosas; no más reesctructuraciones mentales basadas en una teoría filosófica chingona; cero visitas con psicólogos, priquiatras, terapias alternativas o paranormales. Lo mío, lo mío es la masturbación psico-intelecto-emocional.
Aceptémoslo, ahora sí no hay más que decir. Lo he experimentado todo, le he escuchado todo, lo he creído todo (aunque no sea cierto, casi) y todo me lleva a una misma y lógica conclusión: ¡Basta de pasividad! Ahora me toca a mí. Llenaré el espacio de universo (el virtual, el expandido e incluso el inexistente) que me corresponde con lo que a mí me de la gana. De seguro que no puede ser más útopico, estúpido o irracional como en su momento lo fueron Nietzsche, Freud, Kafka, Cortázar, Molotov o Raúl Velazco... Y todos tienen ahora su grupito de seguidores.
Por ahí debe de haber incautos esperando palabras redundantes que los mareen un poco y les hagan sentir que de ahí son. Y pretender semejante cosa ya es demasiada crema. Me da lo mismo uno que veinte mil. Total. Mejor afuera que adentro. Luego da cáncer.